domingo, 20 de octubre de 2013

En busca del río de Ampimpa

Ampimpa es una localidad que se encuentra a ambos lados de la ruta provincial 307 de la provincia de Tucumán, Argentina y a más de 2000 msnm.
Al llegar a ella se cruza un puente recién restaurado que sortea el río de Ampimpa el que, curiosamente y salvo temporadas estivales muy lluviosas, nunca tiene agua. Ello se debe a que al pie de los cerros (las Cumbres Calchaquíes), hacia el Este, hay una precaria toma de agua que sirve para el uso de la población. Unos metros más adelante de la ruta se cruza también el canal de riego que baja desde lo alto.
Las fotos corresponden a diferentes caminatas que realicé con el fin de llegar hasta el río, en diferentes épocas del año. La mayoría fueron tomadas en invierno y comienzos de primavera, cuando todavía el valle está muy seco.

El canal que cruza la ruta (vista Este)


Vista Oeste

Unos metros hacia el norte del canal y sobre la ruta, hay un camino empinado que es el que lleva a una represa, bordeando el canal; por éste se llega luego hasta la toma de agua. Antes de la represa el camino se bifurca, abriéndose una huella hacia la montaña. También se puede seguir por la misma, lo que hace mucho menos cansadora la trepada pero ello consume más tiempo.
El paseo es agotador por la altura: en la ruta, al iniciarlo, es de un poco más de 2600 msnm y en la toma, de poco más de 2800 msnm.


El canal antes de depositar sus aguas en la represa


Yo, a dos tercios, aproximadamente, del destino final.


Cientos de metros más adelante, donde las cumbres ya se veían más cercanas

La zona es muy agreste. Abundan las aves y suele percibirse un fuerte olor a orina de felinos o zorros los que, seguramente, concurren a beber de las aguas del canal. Abajo, aves que pude fotografiar, milagrosamente (no puedo distinguir cuál es la especie de la calandria ).


                                                      Calandria  (género: mimus)                    


                                            Zorzal chiguanco (turdus chiguanco)

Una hora y media después, más o menos, llegué a la toma y luego, con emoción, al río Ampimpa, al que pude conocer luego de muchos años de recorrer la zona. Su caudal es pequeño, más bien es un arroyo de un cauce de entre un metro y medio o dos pero de aguas permanentes lo que provocó, con seguridad, el asentamiento de poblaciones humanas.



Continué por el río para conocer más el lugar y, con gran alegría, encontré una sonora cascada de dos metros de alto, aproximadamente.



Trepé por arriba de ella y pude observar pequeños saltos de agua en todo el cauce. El río baja de las alturas casi abruptamente por lo que es posible que existan más cascadas en su recorrido.


El río con un pequeño salto, arriba de la cascada.


A pesar de las ganas de seguir explorando más el lugar, tuvimos que emprender el regreso para llegar con luz a la ruta. Además, el frío seguramente se intensificaría debido a la altura y a la época del año, lo que ocurrió, efectivamente, una hora después.
 

El canal sin agua, más abajo




Melancólicos paisajes invernales que se observan bajando por el canal y el camino lindero. El cordón de enfrente es el de Cajón o Quilmes (4000-4500 msnm).



Imagen del camino que también conduce a la toma de agua.

Los colores de las fotos son naturales. A esa hora, todo se tiñe de ocres y anaranjados.




Cerca de la represa se encuentra este algarrobo rodeado de una pirca

El canal con agua, cerca de la población



Este es uno de los caminos que bordea el canal y que lleva directamente a la represa


Otra foto del canal, con agua.


De allí venimos



Ya en la población aparecen las hileras de álamos


Casa del lugar, dorada por el sol del ocaso.

Las fotos siguientes son las que tomé una  primera vez y en el mes de abril, cuando los álamos comienzan a perder sus hojas. En ese entonces mi cámara era de mucho menos calidad que la actual, pero aún así, algo muestran de la encantadora paleta de colores que acompañaban mis pasos.





Les dejo el mapa donde figura la localidad. Se puede observar el río Ampimpa que baja del Este (derecha del mapa).




Fin


Marcela Neme, Octubre 2013

sábado, 14 de septiembre de 2013

Quebrada de Juijuil, Valle de Yocavil, Catamarca

Unos kilómetros al Sur de la ciudad de Santa María, Catamarca, Valle de Yocavil, al Este de la ruta Nacional nro 40 y entre las localidades de Loro huasi y San José, se encuentra un camino de ripio que hay que tomar para transitar hacia lo que se llama "Quebrada de Juijuil". Al final de la misma se halla un conjunto de casas rodeadas de arboledas que contrastan con el árido paisaje del lugar, a unos 2000-2100 msnm. y al pie del cordón de Aconquija que alcanza, más hacia el sur, los 5550 msnm.
Antes que nada quiero aclarar que la calidad de  algunas fotos se debe a que, en la primera visita, mi cámara era mucho más precaria que le que poseo en este momento por lo que podrán apreciar imágenes de diferente calidad y tomadas, además en dos viajes diferentes. 


Vista del caserío desde el camino




Otras vistas de los cerros que cercan el poblado

  El camino por la quebrada está en muy buenas condiciones pero hay que tener en cuenta que en los meses estivales, los arroyos que lo cruzan crecen  abundantemente por lo que, sortearlos, puede resultar imposible yendo a pie o con un vehículo no apto para ese tipo de travesías. Hay que considerar las posibles lluvias para no quedar anclados en el sitio o a la intemperie. 
La caminata consume una hora y media para llegar, dejando el vehículo a 1 km., aproximadamente, de la ruta o bien se puede iniciarla desde la misma. 

Llegando al poblado y desde el camino se observa la pequeña capilla del lugar, aunque luego de varios años, ella sólo podía observarse desde lugares más altos debido al gran crecimiento de los árboles.

Un poco más adelante comienzan a aparecer las viviendas, algunas hechas con los materiales típicos de la zona: el adobe, la piedra y la madera de cardón.

Una casa rodeada de un envidiable y maravilloso jardín


                                        Las dalias adornando su sencilla fachada



En el segundo viaje, el jardín permanecía florido, aunque con otras especies vegetales.

   
En las dos oportunidades calculamos la hora adecuada para emprender la caminata, considerando que el sol no nos daría  tregua en casi todo el trayecto pues hay muy pocos árboles hasta llegar al caserío y, por otro lado, para  regresar con luz al punto de partida. Así que, apenas arribamos al poblado y sin poder recorrerlo en toda su extensión, emprendimos el regreso.

La luz del atardecer y unos oscuros nubarrones detrás de las cumbres pintaban el paisaje con una armónica y algo dramática paleta de colores durante los dos viajes.



  



La hora era la ideal para tomar fotografías. Mientras algunas sombras avanzaban, la luz todavía  permanecía en las partes más altas de los cerros.



Montañitas arcillosas de colores a orillas del camino.

En la región abundan los sitios arqueológicos intactos y explorados. En la punta de uno de los cerros de la quebrada hay un antigua construcción pero no he podido obtener detalles acerca de ella ni conocerla.

A continuación, agrego varios registros obtenidos en el segundo viaje.








                   
          Un cardón pequeño con sus frutos, luego de haber dado sus grandes flores.



Otro cambio observado en el segundo viaje, es la existencia de un camping con instalaciones adecuadas para pasar un lindo día en medio de soberbio paisaje.







                 Un retrato mío cargando a mi compañero inseparable de viajes: Simón.


Con estos cálidos tonos, nos alejábamos del lugar aunque aún faltaban unos kilómetros para llegar a la ruta. Es la puerta de entrada a la quebrada.

Fin