viernes, 17 de mayo de 2013

Caminata hasta Los cardones de abajo

           
                Caminata hasta Los cardones de abajo

Desde ruta 307, Provincia de Tucumán, Argentina, unos metros antes de la escuela de Los cardones, se ve un camino que baja hacia varias casas rodeadas de chopos.

Con el objetivo de conocer el lugar y llegar hasta el río Amaicha que, un poco más adelante bordea la ruinas de Los cardones, (a donde llegamos en otro paseo), emprendimos el descenso. Como el tiempo no nos alcanzaría para caminar con luz, decidimos cortar por senderos que se multiplican en la montaña y que no siempre conducen un lugar seguro. Por eso hay que tener cuidado de seguir por el correcto.


 Desde varios metros abajo de la ruta se veía este paisaje

El sendero que elegimos nos condujo a un barranco en cuyo fondo corría un delgado hilo de agua pero, evidentemente, suficiente para el establecimiento de poblaciones humanas.
Vista desde las orillas del barranco

Proseguimos el viaje y, desde más abajo, ya se veían más lejanas las Cumbres Calchaquíes



En esta época florece una enredadera que abunda en lugar, llamada "corpus". Todo el aire se impregna del suave y dulce aroma de sus flores.



En la zona abundan las aves, siempre muy esquivas y temerosas. Desde lejos pude fotografiar a este pequeño pájaro que descansaba en la punta de un cardón.


Otra planta muy común es la que aparece en la foto de abajo, de flores rojas. Es una planta parásita, en este caso, adherida a un chañar pequeño, árbol típico de esa región semidesértica. En la zona le llaman "liga"



Bastantes cansados ya, puesto que cortamos camino por senderos pedregosos y el día, pese a la época del año, era muy cálido por lo estábamos quedándonos sin agua, nos acercamos un poco a la orilla del río, como se ve en la foto. El suelo del sector inferior de la foto es de "Cumbres Calchaquíes", mientras que el cerro de arriba pertenece a Sistema de Aconquija. El río baja por el abra (del Infiernillo), que separa ambos cordones.



Vista más cercana del río

Como no habíamos llevado linterna (grueso error), decidimos regresar sin llegar al río. Para ahorrar tiempo y, considerando que tardaríamos mucho más a la vuelta puesto que el terreno era ascendente, buscamos un sendero o cortada. Desde uno de ellos se podía apreciar esta hermosa vista de una vivienda sencilla del lugar, rodeada de chopos ya sin hojas. A mayor altitud, por el frío, más pronto se van poniendo amarillas las hojas de estos árboles, de origen europeo pero muy plantados en Argentina para cortar los vientos y para el uso de su madera.


Unos curiosos y algo asustadizos burros salvajes nos miraban desde lejos. A la izquierda se puede observar la pequeña cría que siempre permanecía oculta detrás o entre sus padres.


El sendero nos conducía a estas casas rodeadas de árboles diversos que formaban una bellísima gama de diferentes verdes y amarillos.

Los "plumeritos" o "cortaderas" abundan en el lugar, aportando un tono más a la armoniosa y cristalina paleta de colores.



El sendero conducía a un terreno cercado, por lo que tuvimos que sortearlo a riesgo de rasparnos o lastimarnos pero teníamos urgencia en llegar ya que, además, al atardecer el frío se hace intenso hasta en el verano. También es muy común que sople mucho viento que viene desde Tafí del Valle, por el abra del Infiernillo.

Dicho terreno era un fértil oasis, regado por un fino manantial (el que vimos arriba, cuando apenas emprendimos el viaje).



Manantial cristalino que baja de las cumbres.


Otra vista del cañadón


Mi amigo Mario portando un plumerito como estandarte


Un hermoso sauce fotografiado a contraluz

Después de haber caminado entre grandes plantas de plumeritos, raspándonos con sus hojas y con otros vegetales, hundiéndonos en el barro y ya casi sin agua, encontramos un camino que, aparentemente, nos conducía a la ruta.


Ahí estoy yo, contenta por haber encontrado el camino.

Más tranquilos por el hallazgo, me detuve a fotografiar el maravilloso y solitario paisaje que nos rodeaba, ya con el sol próximo a ocultarse detrás de las "Cumbres del Cajón", que se ven al fondo de la foto inferior.
Es curioso como, en toda la caminata, no nos cruzamos con ninguna persona.


El camino que encontramos no nos habría de devolver al punto de partida, sino a dos kilómetros de él. Es un camino que se ve con facilidad desde la ruta 307 pero que, al ser muy sinuoso, yo había evitado tomar, por razones de tiempo. Sedientos y muy cansados tuvimos que seguirlo ya que podríamos visualizarlo con facilidad si caía la noche.


Vista desde el camino.


         Otra vista desde el camino, con los últimos rayos de sol sobre los cerros y con
                       la presencia de otro burro salvaje mirándonos desde lejos.

         Después de más de cuatro horas y media de andar y casi a oscuras llegamos a la ruta. Aunque faltaban dos kilómetros para llegar al auto, nos sentíamos aliviados al saber que pronto una caliente merienda nos reconfortaría, después de tan larga, cansadora pero maravillosa caminata por los cerros tucumanos.



                                                                     Fin

                                                                  

                                                              Marcela Neme, 17 de Mayo de 2013




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