Unos kilómetros al Sur de la ciudad de Santa María, Catamarca, Valle de Yocavil, al Este de la ruta Nacional nro 40 y entre las localidades de Loro huasi y San José, se encuentra un camino de ripio que hay que tomar para transitar hacia lo que se llama "Quebrada de Juijuil". Al final de la misma se halla un conjunto de casas rodeadas de arboledas que contrastan con el árido paisaje del lugar, a unos 2000-2100 msnm. y al pie del cordón de Aconquija que alcanza, más hacia el sur, los 5550 msnm.
Antes que nada quiero aclarar que la calidad de algunas fotos se debe a que, en la primera visita, mi cámara era mucho más precaria que le que poseo en este momento por lo que podrán apreciar imágenes de diferente calidad y tomadas, además en dos viajes diferentes.
Antes que nada quiero aclarar que la calidad de algunas fotos se debe a que, en la primera visita, mi cámara era mucho más precaria que le que poseo en este momento por lo que podrán apreciar imágenes de diferente calidad y tomadas, además en dos viajes diferentes.
Vista del caserío desde el camino
El camino por la quebrada está en muy buenas condiciones pero hay que tener en cuenta que en los meses estivales, los arroyos que lo cruzan crecen abundantemente por lo que, sortearlos, puede resultar imposible yendo a pie o con un vehículo no apto para ese tipo de travesías. Hay que considerar las posibles lluvias para no quedar anclados en el sitio o a la intemperie.
La caminata consume una hora y media para llegar, dejando el vehículo a 1 km., aproximadamente, de la ruta o bien se puede iniciarla desde la misma.
Llegando al poblado y desde el camino se observa la pequeña capilla del lugar, aunque luego de varios años, ella sólo podía observarse desde lugares más altos debido al gran crecimiento de los árboles.
Un poco más adelante comienzan a aparecer las viviendas, algunas hechas con los materiales típicos de la zona: el adobe, la piedra y la madera de cardón.
Una casa rodeada de un envidiable y maravilloso jardín
Las dalias adornando su sencilla fachada
En el segundo viaje, el jardín permanecía florido, aunque con otras especies vegetales.
En las dos oportunidades calculamos la hora adecuada para emprender la caminata, considerando que el sol no nos daría tregua en casi todo el trayecto pues hay muy pocos árboles hasta llegar al caserío y, por otro lado, para regresar con luz al punto de partida. Así que, apenas arribamos al poblado y sin poder recorrerlo en toda su extensión, emprendimos el regreso.
La luz del atardecer y unos oscuros nubarrones detrás de las cumbres pintaban el paisaje con una armónica y algo dramática paleta de colores durante los dos viajes.
La hora era la ideal para tomar fotografías. Mientras algunas sombras avanzaban, la luz todavía permanecía en las partes más altas de los cerros.
Montañitas arcillosas de colores a orillas del camino.
En la región abundan los sitios arqueológicos intactos y explorados. En la punta de uno de los cerros de la quebrada hay un antigua construcción pero no he podido obtener detalles acerca de ella ni conocerla.
A continuación, agrego varios registros obtenidos en el segundo viaje.
Un cardón pequeño con sus frutos, luego de haber dado sus grandes flores.
Otro cambio observado en el segundo viaje, es la existencia de un camping con instalaciones adecuadas para pasar un lindo día en medio de soberbio paisaje.
Un retrato mío cargando a mi compañero inseparable de viajes: Simón.
Con estos cálidos tonos, nos alejábamos del lugar aunque aún faltaban unos kilómetros para llegar a la ruta. Es la puerta de entrada a la quebrada.
Fin