sábado, 14 de septiembre de 2013

Quebrada de Juijuil, Valle de Yocavil, Catamarca

Unos kilómetros al Sur de la ciudad de Santa María, Catamarca, Valle de Yocavil, al Este de la ruta Nacional nro 40 y entre las localidades de Loro huasi y San José, se encuentra un camino de ripio que hay que tomar para transitar hacia lo que se llama "Quebrada de Juijuil". Al final de la misma se halla un conjunto de casas rodeadas de arboledas que contrastan con el árido paisaje del lugar, a unos 2000-2100 msnm. y al pie del cordón de Aconquija que alcanza, más hacia el sur, los 5550 msnm.
Antes que nada quiero aclarar que la calidad de  algunas fotos se debe a que, en la primera visita, mi cámara era mucho más precaria que le que poseo en este momento por lo que podrán apreciar imágenes de diferente calidad y tomadas, además en dos viajes diferentes. 


Vista del caserío desde el camino




Otras vistas de los cerros que cercan el poblado

  El camino por la quebrada está en muy buenas condiciones pero hay que tener en cuenta que en los meses estivales, los arroyos que lo cruzan crecen  abundantemente por lo que, sortearlos, puede resultar imposible yendo a pie o con un vehículo no apto para ese tipo de travesías. Hay que considerar las posibles lluvias para no quedar anclados en el sitio o a la intemperie. 
La caminata consume una hora y media para llegar, dejando el vehículo a 1 km., aproximadamente, de la ruta o bien se puede iniciarla desde la misma. 

Llegando al poblado y desde el camino se observa la pequeña capilla del lugar, aunque luego de varios años, ella sólo podía observarse desde lugares más altos debido al gran crecimiento de los árboles.

Un poco más adelante comienzan a aparecer las viviendas, algunas hechas con los materiales típicos de la zona: el adobe, la piedra y la madera de cardón.

Una casa rodeada de un envidiable y maravilloso jardín


                                        Las dalias adornando su sencilla fachada



En el segundo viaje, el jardín permanecía florido, aunque con otras especies vegetales.

   
En las dos oportunidades calculamos la hora adecuada para emprender la caminata, considerando que el sol no nos daría  tregua en casi todo el trayecto pues hay muy pocos árboles hasta llegar al caserío y, por otro lado, para  regresar con luz al punto de partida. Así que, apenas arribamos al poblado y sin poder recorrerlo en toda su extensión, emprendimos el regreso.

La luz del atardecer y unos oscuros nubarrones detrás de las cumbres pintaban el paisaje con una armónica y algo dramática paleta de colores durante los dos viajes.



  



La hora era la ideal para tomar fotografías. Mientras algunas sombras avanzaban, la luz todavía  permanecía en las partes más altas de los cerros.



Montañitas arcillosas de colores a orillas del camino.

En la región abundan los sitios arqueológicos intactos y explorados. En la punta de uno de los cerros de la quebrada hay un antigua construcción pero no he podido obtener detalles acerca de ella ni conocerla.

A continuación, agrego varios registros obtenidos en el segundo viaje.








                   
          Un cardón pequeño con sus frutos, luego de haber dado sus grandes flores.



Otro cambio observado en el segundo viaje, es la existencia de un camping con instalaciones adecuadas para pasar un lindo día en medio de soberbio paisaje.







                 Un retrato mío cargando a mi compañero inseparable de viajes: Simón.


Con estos cálidos tonos, nos alejábamos del lugar aunque aún faltaban unos kilómetros para llegar a la ruta. Es la puerta de entrada a la quebrada.

Fin



martes, 3 de septiembre de 2013

Una excursión a las cascadas de Villa Padre Monti


Villa Padre Monti es una pequeña localidad que se encuentra al NE de la provincia de Tucumán, Argentina y está enclavada en medio de las serranías del sistema de Medina (2000-2500 msnm). Este sistema, junto con el cordón situado más al Oeste y que recorre la provincia de N a S, pertenece a las Sierras Subandinas que se plegaron y ascendieron durante el período Terciario.  Es un  sistema bien desarrollado en Bolivia; culmina en el norte argentino con una faja de 100 kms. de ancho y abarca las provincias de Jujuy y Salta y Tucumán. 
A la villa se accede por la ruta provincial 305 que está pavimentada y en muy buen estado hasta poco menos de la mitad del kilometraje desde San Miguel de Tucumán. Luego el camino continúa enripiado y se encuentra entre regular y buen estado.

Deseosas de conocer las cascadas que se encuentran en el arroyo que atraviesa el poblado, emprendimos la aventura intentando, luego, encontrar el sendero que conduce a ellas.
En las dos caminatas tardamos más de lo indicado ya que tomamos por sendas equivocadas y debimos cruzar varias veces el arroyo y los alambrados.  Es importante aclarar que la zona está surcada por numerosos senderos. Muchos conducen a las cascadas, otros no. En líneas generales, hay que seguir el arroyo en contra de la corriente lo que es una referencia, también, para el regreso.
La región es húmeda, con bosques de yungas y, aún en pleno invierno, podía apreciarse su exuberancia. En verano recomiendo llevar repelente de insectos y abundante agua.


Celina por el sendero que tomamos en un segundo intento.

                                                     
  Vegetación de la zona


El arroyo que hay que seguir para llegar a destino

La región es bastante agreste. En el trayecto no se observan casi desperdicios ni restos de poblaciones humanas, afortunadamente. Sí es penoso observar, muy cerca de la villa, basurales con todo tipo de residuos.
Aquella característica permite la existencia de numerosas aves, como la de la foto, un  Arañero corona rojiza (Myioborus brunniceps)
que abunda en el lugar. Me llamó la atención la gran cantidad de pavas del monte con las que nos hemos cruzado en las dos excursiones.


Bonita y mansa ave en el arroyo.


Pequeños saltos que encontramos una primera vez. No se los ve desde el sendero pero se los escucha.




Rocas de los saltos con hermosos contrastes de luz y sombras.



Para llegar a esos primeros saltos, se debe descender desde el sendero varios metros. No es fácil hacerlo por lo que recomiendo tener precaución e ir siempre acompañados. El suelo es resbaladizo y más de una vez hemos tenido que sentarnos para poder bajar, tanto en ese lugar como otros sectores del camino. Aunque para personas experimentadas, estas dificultades no significan nada. No es nuestro caso.




Otra vista de ese pequeñísimo microclima en donde parece no haber llegado el invierno.

Luego de una hora y media de caminata, aproximadamente, llegamos a las dos primeras cascadas. Allí, nuevamente, hay que descender varios metros para apreciarlas de frente por lo que recomiendo, otra vez, precaución. A la segunda cascada puede vérsela desde arriba (en realidad, se llega a la parte superior de la misma, luego hay que bajar para ingresar a ella o mirarla de frente).



Vistas de la cascada superior. Calculábamos que posee una altura de cuatro metros.


Vista de la cascada inferior. A ella sólo puede observársela en su totalidad bajando hacia el arroyo. Es posible que tenga unos seis metros.

Llegar hasta allá nos había consumido mucho más tiempo del que nos había sugerido un poblador del lugar (40 minutos), así que no pudimos seguir por el caminito que parecía conducirnos a otra cascada. No tuvimos más remedio que regresar pero un
hermoso atardecer nos esperaba en la villa.


Bosque de eucaliptos del monasterio de la localidad.

Días después, volvimos en busca de otras cascadas. No mucho más adelante encontramos la tercera que, según nuestros cálculos, tiene entre 6 y 8 mts.


Tercera cascada


Pequeño salto abajo de la tercera cascada

Cruzando el arroyo y hacia la izquierda, se observa la continuación del sendero que asciende por una loma. Tomando por él se llega a un alambrado que hay que cruzar y desde el que se ve otro pequeño arroyo de aguas cristalinas. En esa zona la vegetación es más tupida y verde aún.


Vista del arroyo desde la loma


El bosque de la loma. Abajo y a la derecha, apenas puede verse el arroyo.

Al llegar a la cima, nos encontramos con la parte superior de la cascada y un pequeño claro en el que pastaba una familia de caballos.



Más adelante llegamos a una chacra. Por ella hay que continuar hacia la derecha, bordeándola y tratar de encontrar entre los árboles del bosque el sendero que desciende hasta la cuarta cascada. Al final aparece el arroyo que hay que sortear para subir nuevamente una loma y luego bajar hasta el pie del salto de agua.
A orillas del arroyo estaba este zorzal colorado (Turdus rufiventris) tomando sol en un día sumamente frío.

 


Vista del arroyo desde lo alto de la cuarta cascada.


Yo al pie de la hermosa caída de agua

 Cavernas no profundas a los lados del salto.

La cascada está rodeada de musgos y plantas de zonas húmedas. Aún en invierno, el verde aparecía por todas partes.




                                   Estimamos que ella tiene entre 8 y 10 metros.

Después de casi dos horas de recorrido, emprendimos el regreso a la villa, hambrientas. El frío comenzaba a hacerse muy intenso pues esa había sido una de las jornadas más frías en la provincia, aunque con el cuerpo en movimiento, no lo habíamos sentido.
Buscamos el  río Medinas que bordea una parte la ruta   y, en sus orillas nos sentamos a "matear" y a contemplar este extraño atardecer. 


Agrego una carta topográfica en la que pueden localizar, en el noveno cuadrante empezando por el primero de arriba, la localidad. Se puede observar, en líneas de puntos, el arroyo que atraviesa el pueblo ( cuyo nombre tampoco figura en este detallado mapa), como así también el río Medinas que está en el cuadrante de la izquierda y que se acerca a la ruta en El Tipal.



Fin

Marcela Neme , setiembre de 2013